miércoles, 29 de diciembre de 2010

Las Provincias Rebeldes I

Producida la Revolución de Mayo en Buenos Aires, la provincia de Córdoba no reconoció la Junta establecida en la capital. El 3 de junio, el gobernador intendente de la provincia, Juan Gutiérrez de la Concha, en una carta dirigida al Intendente de Potosí, comunicaba los sucesos de Buenos Aires y las providencias que había tomado la provincia de Córdoba para resistir a la revolución. (1)

Según cuenta en esta carta, la noticia de la deposición del virrey Cisneros llegó a Córdoba el día 30 por un mensajero. El gobernador convocó a una reunión para la mañana siguiente. Asistieron Santiago Liniers, el obispo Orellana, y los individuos más importantes de la ciudad. Se resolvió sostener la autoridad del virrey Cisneros, mantener el orden y esperar la llegada del correo que confirmara estas noticias antes de adoptar una resolución definitiva. Además, enviar un emisario a Potosí para que “esa provincia no sea sorprendida”. (2)

El doctor Gregorio Funes, deán de la catedral de Córdoba, le comunicó a la Junta de Buenos Aires los acontecimientos sucedidos en la ciudad a partir de la noticia de la creación de la junta de gobierno. Funes estuvo presente en la primera reunión convocada por el gobernador. El correo de Buenos Aires llegó a Córdoba el 4 de junio. Se convocó a los mismos asistentes de la reunión anterior. Se leyeron los impresos y el gobernador expresó que: “a un tiempo se había ultrajado la soberanía, hollado las leyes, usurpado las autoridades, y perturbado el orden público.” Que nunca reconocería al nuevo gobierno, Los asistentes aprobaron su dictamen con excepción del deán. Luego de diversas consideraciones, Funes propuso que se convocara a un cabildo abierto para la discusión de este asunto. La propuesta fue rechazada. (3)

El 20 de junio el deán Funes remitió una comunicación a la junta que relata los hechos de estas reuniones. La carta fue publicada en la Gaceta de Buenos Aires el 7 de agosto de 1810 por lo que el pueblo de la capital conoció los sucesos de Córdoba a los dos meses de producidos. (4)

Esta negativa del gobernador de Córdoba y su resistencia armada desencadenaría meses más tarde una severa respuesta de las autoridades de Buenos Aires que costaría la vida al Gobernador, a Liniers y a otros insurrectos.

1- Mayo Documental, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1965, Tomo XI, p. 249.
2- Ibidem, p. 250.
3- Biblioteca de Mayo, op cit, Tomo XVIII, p. 16365-16370.
4- Gaceta de Buenos Aires, reimpresión facsimilar, Junta de Historia y Numismática Americana, Buenos Aires, 1910, p. 257.











martes, 28 de diciembre de 2010

Adhesiones de los pueblos a la Junta de Gobierno de Buenos Aires – Parte II


 

Sigo con las provincias y ciudades que reconocieron a la Junta de Buenos Aires para luego encarar aquellas que no la reconocieron y se rebelaron y la interacción entre ellas.

La provincia de San Juan reconoció a la Junta el 16 de junio de 1810 y nombró a José Ignacio Fernández Maradona como diputado. Hace constar además en su comunicación con Buenos Aires que el Cabildo de San Juan “ha tenido que vencer las instigaciones del gobernador intendente de Córdoba” que se había rebelado contra la Junta de Buenos Aires. (1)

San Luis reconoció a la junta y designó como diputado a Marcelino Poblet. Hace constar que ha recibido comunicaciones de Córdoba cuyo gobierno “no cesa de pasarnos consecutivamente varios oficios a efecto de que este Cabildo y su vecindario no reconozca a vuestra excelencia por legítima autoridad”. (2)

Comenzamos a ver cómo la oposición a la Junta, en especial desde Córdoba, intentaba indisponer a otras provincias en contra de Buenos Aires. Esto desencadenará un conflicto que finalmente terminará con el uso de la fuerza armada y el fusilamiento de los cabecillas.

Catamarca eligió el 31 de agosto a José Antonio Olmos de Aguilera, que indica que partirá hacia Buenos Aires como “diputado representante para el congreso general en esa capital convocado por vuestra excelencia.” (3)

En esta carta vemos que el diputado electo es para incorporarse a un congreso general, no para formar parte de la Junta de Gobierno. Esta confusión traerá consecuencias muy importantes al finalizar el año 1810.

Santiago del Estero reconoció a la Junta y designó como diputado a juan José Lami, el 9 de julio. (4)

El 26 de junio, el Cabildo de Tucumán envía una nota a Buenos Aires informando a la Junta que: “oyendo el voto de los más ilustrados del congreso general que se formó, se resolvió rendir obediencia a la superioridad de vuestra excelencia”. El 16 de agosto fue electo diputado Manuel Felipe Molina. (5)

Hasta este punto hemos visto la adhesión de las provincias que reconocieron en un primer momento al gobierno provisional de Buenos Aires a los pocos meses de la Revolución de Mayo. Es interesante destacar que todas ellas forman parte en la actualidad de la Nación Argentina y también eran parte de la Gobernación del Río de la Plata antes que se transformarse en virreinato.

Las provincias que no adhirieron a la Junta de Buenos Aires son las del Alto Perú (hoy Bolivia), Paraguay y la Banda Oriental del Uruguay. Estas provincias, excepto Uruguay, no formaban parte de la gobernación de Buenos Aires y fueron anexadas al crearse tardíamente el virreinato. Es decir que las provincias y ciudades que tenían lazos antiguos con la capital reconocieron rápidamente su autoridad, no siendo así el caso del Alto Perú que tradicionalmente había dependido de Lima y el Paraguay, que había sido fundada antes que Buenos Aires y había sido una gobernación independiente hasta la formación del virreinato a mediados del siglo XVIII.

Las provincias que se rebelaron a la autoridad de la capital fueron las de Córdoba y Mendoza. Esta rebelión fue sofocada mediante una intervención armada e incorporada a las Provincias Unidas pocos meses después de la Revolución de Mayo como veremos en el próximo capítulo.


(1) Ibidem, p. 16348.
(2) Ibidem, p. 16413.
(3) Ibidem, p. 16454.
(4) Ibidem, p. 16466.
(5) Ibidem, p. 16480-16481.






























lunes, 13 de diciembre de 2010

Adhesiones de los pueblos a la Junta de Gobierno de Buenos Aires - Parte I



A los pocos días de producida la Revolución del 25 de Mayo, se había despachado a las ciudades del interior del Virreinato la comunicación que anunciaba la creación de la Junta de Gobierno en Buenos Aires, con el pedido de reconocimiento y la designación de un diputado para representar a la ciudad en el Congreso.

El 8 de Junio, en la provincia de Entre Ríos, desde la ciudad de Concepción del Uruguay se reconoció a la Junta. El 22 de junio hace lo propio la ciudad de Galeguaychú. (1) Corrientes reconoció a la Junta el 16 de junio de 1810 y nombró como diputado a José García del Cossio, en un Congreso realizado en el Cabildo de la ciudad el 3 de julio. (2)

Durante la elección de diputado en la ciudad de Santa Fe se produjo una alternativa que es interesante narrar porque nos muestra la forma con que se fueron modificando las tradiciones políticas coloniales ante los incipientes aires democráticos. Según la correspondencia intercambiada entre el Cabildo de Santa Fe y la Junta de Buenos Aires, el día 9 de junio se procedió a convocar a un congreso para la elección del diputado. Pero esa elección quedó en suspenso pues asistieron “jóvenes, en quienes por lo mismo se considera una facilidad irreflexiva para sus votaciones.” Además, esos jóvenes habían ocupado asientos reservados para “vecinos distinguidos que han servido a la ciudad con empleos públicos, y que tienen finca, raíz y familia.” Esto motivó que la reunión se suspendiera y el Cabildo de Santa Fe solicitara a Buenos Aires la solución al conflicto. Mariano Moreno contestó que “para la elección de diputado deben citarse todos los vecinos existentes en la ciudad sin distinción de casados o solteros; y que la asistencia debe verificarse sin etiqueta ni orden al asiento…” (3)

Vemos cómo, en los primeros días de la Revolución, ya se comenzaba a democratizar la participación de la ciudadanía en la cosa pública, suprimiendo la etiqueta y las restricciones del antiguo régimen y promoviendo la participación de la juventud. Finalmente el 2 de julio el vecindario fue convocado y de la elección resulto diputado Juan Francisco Tarragona. (4)

La ciudad de San Juan reconoció a la Junta y nombró como delegado a José Ignacio Fernández Maradona el 16 de julio de 1810. En San Luis, el 30 de junio se eligió como diputado al alcalde de primer voto, Marcelino Poblet. En Catamarca el primero de agosto fue electo diputado Francisco de Acuña. El 9 de julio el Cabildo de Santiago del Estero eligió como diputado a Juan José Lami. Tucumán nombró diputado a Manuel Felipe Molina el 16 de Agosto de 1810. El 31 de Agosto Salta eligió a Francisco de Gurruchaga como delegado.

En la provincia de Misiones, se recibió la circular que anunciaba la creación de la Junta el 17 de junio, en la ciudad de Yapeyú, que en ese tiempo formaba parte de dicha provincia pero que hoy pertenece a la provincia de Corrientes. El gobernador, Tomás de Rocamora hizo circular una nota citando para el ocho de julio “a los corregidores, un individuo del Cabildo de cada uno de los ocho pueblos de este departamento, con los caciques principales del mismo modo, los que deberán estar en esta capital sin falta, ni pretexto alguno, a fin de que el intérprete del gobierno, don Antonio Morales, les haga entender y saber la instalación de la Junta provisional gubernativa de Buenos Aires.”

El 8 de julo, en el pueblo de nuestra señora de la Candelaria, en presencia de los caciques principales “de los pueblos de Santa Ana, Loreto, San Ignacio Miri, Corpus, Jesús, Trinidad, e Itapúa” se leyó el oficio de la Junta en castellano y luego habló el traductor del idioma guaraní. Todos los asistentes reconocieron a la Junta y luego fue leída ante el pueblo, en ambos idiomas. La alegría fue expresada con salvas de cañones y repique de campanas.

Es muy emotivo ver cómo, en hora muy de temprana de la Revolución, los caciques de las Misiones Jesuitas reconocieron al gobierno revolucionario de Buenos Aires y los caciques firmaron el acta de reconocimiento. Quisiera recordar aquí esos nombres olvidados de nuestra historia: Luis Chive, Francisco Camberro, Francisco Verapoti, Benedicto Iric, Valeriano Mbacay, Crisanto Ciejes, Mariano Añeda, Francisco Taberacuá, Ignacio Abañerá, Fulgencio Yaparí, Pedro Pascuál Yarupá, Gregorio Cariyú, Juan Angel Ararobí, Fabian Aruarí, José Ñandabu, José Añangara, Eusebio Guirarepó. (5)

Días más tarde, Asunción del Paraguay reconoció al Consejo de Regencia de España y comenzó el conflicto con Misiones, lo que provocó la llegada del ejército comandado por Manuel Belgrano. Pero eso será motivo de un capítulo especial.

 
1.- Biblioteca de Mayo, op. Cit. Tomo XVIII, p. 16265-266.
2.- Ibidem, p. 16275.
3.- Ibidem, p. 16296-300.
4.- Ibidem, p. 16303.
5.- Ibidem, p. 16320-321.
























viernes, 19 de noviembre de 2010

Situación política en el virreinato luego de la Revolución de Mayo


En este capítulo veremos cómo reaccionaron los distintos pueblos o provincias que dependían de Buenos Aires al crearse la nueva Junta de Gobierno. La Junta había mandado una circular invitando a los cabildos de los pueblos del interior instándolos a jurarle obediencia y a enviar un delegado a la Capital para un Congreso que determinaría la forma de gobierno.

Montevideo, en un primer momento aceptó reconocer a la Junta de Buenos Aires pero, al poco tiempo, cambió de opinión y reconoció al Consejo de Regencia, que se había instalado en la isla de León, frente a Cádiz, que era la única porción de España que no se encontraba en manos francesas. Recordemos que la Junta de Buenos Aires actuaba en nombre del rey prisionero, Fernando VII, pero no reconocía al Consejo de Regencia por considerar que no poseía autoridad suficiente.

Los españoles europeos se plegaron a reconocer al Consejo de Regencia y a la autoridad de España sobre los dominios de América. En cambio los americanos deseaban la independencia.

El 9 de junio el Cabildo de Buenos Aires recibió un oficio del Cabildo de Montevideo, con fecha 6 de junio, que relataba los acontecimientos ocurridos en la capital de la Banda Oriental. Decía que el pueblo se había reunido en Congreso General y había acordado “unirse cordialmente a la capital”. Cuando estaban por elegir el delegado que debía dirigirse a Buenos Aires, entró al puerto un bergantín procedente de Cádiz que traía noticias de la instalación del Consejo de Regencia y que éste había sido reconocido por todas las provincia y por las cortes de Inglaterra y Portugal. Leídas las proclamas y las noticias procedentes de España, el pueblo reconoció al Consejo, lo que fue festejado con “salvas de artillería, repiques de campanas, iluminación, y tedeum.” (1)

De esta forma la Banda Oriental quedó separada de Buenos Aires y esto dio lugar a numerosas guerras, ocupación de tropas portuguesas en un complejo conflicto que duró hasta la creación de la República Oriental del Uruguay, luego de 20 años, en 1830.

También comenzaron a llegar adhesiones y rechazos a la Junta, por lo que se fue conformando un panorama de las provincias del virreinato que adherían a la Junta y las que no aceptaban su instalación. Esto dio comienzo a una guerra que se extendería a todos los dominios españoles en América y que durará quince años, hasta la batalla de Ayacucho en diciembre de 1824.

Los documentos de la época nos permiten reconstruir el panorama de adhesiones y rechazos que condicionaba a la Junta y limitaban el territorio sujeto a su autoridad. Ya vimos el rechazo de Montevideo. En los próximos capítulos veremos las adhesiones a la Junta de Buenos Aires para finalmente considerar los rechazos y la forma en que el gobierno de Buenos Aires procedió en cada uno de esos casos. De esta manera podremos apreciar el panorama político y territorial del antiguo virreinato a fines de 1810.


[1] Biblioteca de Mayo, op. Cit. Tomo XVIII, p. 16190.

martes, 2 de noviembre de 2010

Primeros pasos, parte 2


Una de las primeras medidas de la Junta consistió en comunicar a los pueblos del interior su constitución, el derrocamiento del virrey Cisneros y solicitar el envío de delegados para un congreso que decidiría la futura forma de gobierno. Los miembros de la junta sabían que la Revolución fue una revolución de la Ciudad de Buenos Aires y que las ciudades del interior del país, tal vez no apoyaran el cambio de gobierno. Estos problemas ya están advertidos desde el mismo momento de su constitución y por, ello la formación y el envío al interior de un ejército auxiliar que llevaría las novedades de la Capital pero además, que podría disuadir a aquellas ciudades o provincias que no aceptaran la autoridad de la Junta de Buenos Aires.

Por estos motivos, el día siguiente a su constitución, la Junta publicó un bando en el que solicitaba que “hoy a las tres de la tarde concurra a la sala capitular a prestar el juramento de reconocimiento y obediencia” a la Junta. Estaba dirigido al obispo Benito de Lué y Riega, a los miembros de la Audiencia, a los del Consulado, y al resto de las autoridades de la Capital. Agregaba que al día siguiente, a la misma hora, debían concurrir para presenciar el juramento de las tropas en la plaza Mayor. (1)

Al recibir esta notificación, el Cabildo, en una reunión de ese mismo día acordó que si era requerido de sus miembros el juramento, que lo harían bajo protesta. El acta está firmada por los alcaldes de primer voto, Juan José Lezica, de segundo voto, Manuel Gregorio Yaniz y los demás miembros del Cabildo. (2)

En el acta del Cabildo del 28 de mayo se describe la ceremonia de juramento. La tarde del 26 de mayo se preparó la sala capitular de la misma forma que para la instalación de la Junta el día anterior. Al comenzar la ceremonia de la jura, Cornelio Saavedra manifestó que era necesario que el los miembros del Cabildo juraran en primer término. El Cabildo juró bajo protesta. Los miembros del tribunal de la Audiencia manifestaron que siempre habían jurado al Soberano y que jurarían bajo protesta. El resto de las autoridades prestaron juramento sin inconvenientes. Al día siguiente, en la plaza Mayor, ante el señor obispo Lué, el comandante de las fuerzas navales británicas y el Presidente de la Junta Cornelio Saavedra y demás vocales, juraron las tropas formadas en cuadro. El juramento fue respondido con descargas de artillería que fue respondido por naves inglesas empavesadas fondeadas frente a Buenos Aires. (3)

Como podemos apreciar por estos testimonios extraídos de actas del Cabildo, tanto los miembros de la Audiencia así como los del Cabildo tenían reticencia para prestar juramento a la Junta de Gobierno y pronto tramarían una sedición contra la nueva Junta, cosa que poco más tarde provocaría la expulsión de la Audiencia del país.

El segundo día, después de la Revolución, denominándose Junta Provisional Gubernativa, la Junta envió una circular a los Pueblos del Virreinato, anunciando su instalación e invitándolos a enviar “diputados vocales”. (4)

Esta circular contradijo en una parte lo acordado el 25 de mayo y provocaría poco tiempo más tarde, dramáticos acontecimientos que modificarían por un tiempo el rumbo de la Revolución. Me refiero a la incorporación a la Junta de los delegados del interior y el posterior alejamiento de Mariano Moreno y luego de los miembros más radicales de la Junta.

En efecto, el 25 de mayo, se había acordado invitar a los pueblos del interior a elegir un delegado para participar en un Congreso “para establecer la forma de gobierno que se considere más conveniente.” En cambio, en esta circular se invitaba a los pueblos del interior a participar en la misma Junta como vocales, es decir, participar de las decisiones del nuevo gobierno.

El párrafo decía que: “quede entendido, que los diputados han de irse incorporándose en esta junta conforme y por el orden de su llegada a la Capital.” Se entendía que debían ser “uno por cada ciudad o villa de las provincias,”. (5)

El motivo de este cambio podría ser la necesidad de conseguir la adhesión de los gobiernos provinciales al incorporarlos a la Junta pues ya se tenía conocimiento de la oposición de algunos de ellos, como el de Montevideo y Córdoba.
1.- Biblioteca de Mayo, op. Cit. Tomo XVIII, p. 16137.
2,. Ibidem, p. 16139 y 16130.
3.- Ibidem, p. 16144.
4.- Ibidem, p. 16139.
5.- Ibidem, p. 16141.


martes, 26 de octubre de 2010

La Revolución de Mayo – Primeros pasos

El 26 de mayo de 1810, al día siguiente de la Revolución de Mayo, la Junta de Buenos Aires se encontró con la tarea de gobernar el extenso territorio del Virreinato del Río de La Plata. El virreinato abarcaba el territorio de cinco países de la actualidad: Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil. Las distancias entre las principales ciudades eran muy grandes y la comunicación entre ellas era difícil. Además, el Virreinato del Río de La Plata había sido una creación relativamente reciente, consecuencia de las reformas de la Corona española, conocidas como Reformas Borbónicas. La creación del Virreinato había sido efectuada entre los años 1776 y 1777. Es decir que tuvo una vida de 33 años. Era un agregado de territorios que habían sido dependientes de otras capitales, no de Buenos Aires. Las provincias de Cuyo habían sido parte del llamado Reino de Chile. El Alto Perú, hoy Bolivia, había dependido siempre del Virreinato del Perú. La capital de la banda Oriental del Uruguay era una plaza fortificada y apostadero de la flota española cuyos veleros, por su calado, no podían acercarse a las aguas poco profundas que circundaban el puerto de Buenos Aires. Además, ese territorio era codiciado por el imperio portugués, y había sufrido varias invasiones lusitanas. Por último, Asunción del Paraguay, antigua capital de la gobernación, no veía de buen grado la preponderancia de Buenos Aires que controlaba el acceso a los ríos Paraná y Paraguay, de los que dependía el comercio de esos territorios.

Era este el contexto geopolítico con que la Junta de Gobierno de Buenos Aires comenzó a gobernar. Ya en el acta constitutiva de la junta el 25 de mayo de 1810 se establecieron cursos de acción inmediatos.

Se designaron los vocales que constituirían la nueva Junta de Gobierno. Fueron: Presidente Cornelio Saavedra, vocales Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, secretarios Juan José Paso y Mariano Moreno.

Como segundo punto se prepararía una expedición de “quinientos hombres para auxiliar las provincias interiores del reino”.

Se estableció despachar en forma urgente “órdenes circulares” a los jefes del interior para que los respectivos cabildos “convoquen por medio de esquelas la parte principal, y más sana del vecindario,” para que elijan a sus representantes para que a la brevedad se reúnan en la Capital “para establecer la forma de gobierno que se considere más conveniente.”

En la misma acta del 25 de Mayo se incorporaron dos cláusulas que implicaban una ruptura con los conceptos de legislación colonial. Me refiero a la división de poderes: “los referidos señores que componen la Junta provisoria quedan excluidos de ejercer el poder judiciario el cual se refundirá en la Real Audiencia.”

La segunda se refiere a la imposición de tributos. Establecía que la Junta “no pueda imponer contribuciones, o gravámenes al pueblo, o sus vecinos sin previa consulta, y conformidad de este excelentísimo Cabildo”

Podemos apreciar que desde el acta constitutiva de la junta se adoptan principios de gobierno que rompen con las tradiciones de la legislación española: la división de poderes, separando el ejecutivo del judicial y la potestad de imponer gravámenes sin la aprobación del cuerpo colegiado, en este caso el Cabildo. Anteriormente los virreyes y gobernadores administraban justicia e imponían impuestos.





domingo, 30 de mayo de 2010

Introducción - parte segunda



La construcción de la Nación Argentina
1810 - 1820

Lo que aconteció el día 25 de mayo de 2010 en Buenos Aires me produjo una profunda impresión. Me refiero a los actos programados para conmemorar los 200 años de la Revolución de Mayo. Me conmovió la concurrencia masiva del pueblo a los festejos, la tranquilidad y alegría de los participantes, la afluencia de millones de personas, y millones no es una exageración. Ello me confirma que esa fecha es considerada por la mayoría de los argentinos como la del comienzo de su Nación y de su identidad nacional.

Pero ¿qué pasó a partir de ese 25 de mayo de 1810 en el virreinato del Río de la Plata? ¿Existía la Nación Argentina? ¿Había una nacionalidad preexistente o había una nacionalidad a construir?

De las respuestas que demos a estas preguntas se pueden sacar diferentes conclusiones acerca de las posibilidades de actuar sobre la realidad política nacional actual.

Entonces, para responder a estas preguntas recurriré en primer lugar a algunas definiciones teóricas acerca de qué es una Nación, que me indicarán el camino a seguir. En mi libro Nación, Identidad e Independencia (1), este tema está tratado en forma extensa. Inclusive el concepto de identidades étnicas y nacionalidades preexistentes. Acá intentaré hacer un resumen de lo escrito en ese libro.

Existen dos tendencias, los que consideran que el espíritu nacional ha existido siempre porque es un sentimiento natural de los grupos humanos, y quienes afirman que se trata de la consecuencia de una construcción, fruto de determinadas circunstancias históricas. Los primeros son los que denomina primordialistas, y los segundos modernistas.

En la actualidad, la mayoría de los historiadores entienden que la Nación es una construcción histórica contingente, que depende en parte de la acción humana y en parte es determinada por circunstancias ajenas a los protagonistas de esos hechos.

Sin embargo, a fines del siglo XIX, los dos historiadores que fueron los que relataron los hechos históricos de los primeros acontecimientos de nuestra nacionalidad, Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, tenían ideas que contrastaban, mientras Mitre entendía a la Nación como construcción y obra humana, López creía en una nación argentina preexistente.

Los historiadores de la primera mitad del siglo XX, también pensaron la Nación como preexistente a la Revolución de Mayo. Ricardo Levene lo expresa que la historia: “es el camino que conduce al descubrimiento del alma nacional con sus modalidades inconfundibles, y no un medio para crearla precisamente, como se ha dicho, pues que preexistía con sus manifestaciones palpitantes y no hemos hecho sino revelarla por la investigación no como un resto arqueológico sino como un hecho vivo, al amor del pueblo y sobre todo al espíritu de continuación y superación de las nuevas generaciones.” (2)
La historiografía de la segunda mitas del siglo XX cambia de enfoque. Anthony Smith escribió en 1991 que una generación moderna de estudiosos demostró la contingencia de las naciones en la historia y su relativa modernidad. Antes de la Revolución Francesa había expresiones fugaces del sentimiento nacional según la acepción moderna del término Nación, pero las naciones de ciudadanos a gran escala “no pueden nacer sino en la era de la industrialización y la democracia.” (3)
Yo me inclino por ésta última tesis y en este trabajo estudiaré cómo se construyeron las bases de la Nación Argentina en la primera década después de la Revolución de Mayo.

Pero ¿Qué es una Nación? Veremos a continuación algunas definiciones.

Ernest Renan, publicó en 1887 su ensayo pionero que intentó responder a esta pregunta Define la Nación de la siguiente forma:

Para nosotros una nación es un alma, un espíritu, una familia espiritual; resulta, en el pasado, de recuerdos, de sacrificios, de glorias, con frecuencia de duelos y de pesares comunes; en el presente, del deseo de continuar viviendo juntos. Lo que constituye una nación no es el hablar la misma lengua o el pertenecer al mismo grupo etnográfico; es haber hecho grandes cosas en el pasado y querer hacerlas en el porvenir. (4)

Benedict Anderson define Nación de la siguiente forma: es “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana.” (5) A continuación, explica el significado de las representaciones de su definición. El término imaginaria corresponde porque los habitantes de una nación no se conocen todos entre sí, “pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión.” En cuanto a limitada, implica que es finita, pues, si bien las fronteras pueden ser elásticas y variables, siempre debe coexistir con otras naciones de la misma especie. El término soberana nos indica que el concepto moderno de nación tuvo su origen en la época de la Ilustración y de la Revolución Francesa, cuando los reinos dinásticos de inspiración divina comenzaban su ocaso y era necesario definir una nueva soberanía. El concepto de comunidad implica un compañerismo profundo entre sus miembros a pesar de ciertas diferencias que los separan (6), en términos de la Revolución Francesa sería fraternidad.


En la historiografía argentina actual, la tesis de José Carlos Chiaramonte es la aceptada mayoritariamente. Entiende que, ente 1810 y 1820, no había un Estado rioplatense. Existían solamente gobiernos transitorios que se sucedían en virtud de una proyectada organización constitucional que se prolongaba en el tiempo y fracasaba al concretar su definición constitucional. Era una situación “de provisionalidad permanente, que une débilmente a los pueblos soberanos, y no siempre a todos ellos.” [7]

Agrega más adelante que: “La cuestión de la nacionalidad, inexistente en las dos primeras décadas de vida independiente, fue así instalada en el centro de las preocupaciones políticas por Echeverría, Alberdi, Gutiérrez y demás miembros de la generación romántica, incluidos sus entonces jóvenes seguidores, tales como, entre otros, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.” (8)
Las dos hipótesis, la de los historiadores de la primera mitad del siglo XX, que consideraban a la Nación como preexistente a la Revolución de Mayo y los de la segunda mitad, que entienden que la Nación no existió hasta que la concibieron los protagonistas románticos de la llamada “generación del 37”, se despreocupan del problema de la construcción de la Nación, unos porque ya existía y los otros porque se constituyó varias décadas después.

Pero volviendo al primer párrafo de este capítulo, el pueblo argentino actual, cuando festejó el bicentenario de la Revolución de Mayo, entendió que era el bicentenario del nacimiento de la patria, de esa patria que fue simbolizada en el desfile alegórico como una mujer vestida de celeste y blanco, volando hacia el futuro.
Entonces, en primer lugar, si aceptamos a la Nación como contingente, como una creación humana que salió a la luz el 25 de mayo de 1810, cuyos símbolos que la identifican fueron creados en la primera década luego de la revolución se nos plantea una cuestión: ¿Quién, cuándo y por qué se construyeron esos símbolos que hasta el día de hoy representan a la Nación Argentina?

En segundo lugar, —y creo que es el planteo más interesante de esta tesis—, si la Nación es una construcción histórica contingente y no un “alma nacional preexistente”, es posible para las generaciones actuales y futuras hacer modificaciones a esa identidad nacional adaptándola a las exigencias políticas y sociales del siglo XXI, sin traicionar esos ideales que salieron a la luz pública luego de la Revolución de Mayo de 1810.

En las próximas páginas intentaré desarrollar cómo y quienes construyeron esos símbolos que representan la identidad argentina hasta el día de hoy, teniendo en cuenta que se crearon en la primera década después de mayo de 1810.





(1) Pablo A. Chami, Nación, identidad e independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte, Editorial Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008.
(2) Ricardo Levene, Historia de la Nación Argentina (Desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862), Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947, Volumen VI, p. 22-23. (Las negritas son mías).
(3) Anthony D. Smith, La identidad nacional, Trama Editorial, Madrid, 1997, primera edición en inglés, 1991, p. 40.
(4) Ernest Renan, ¿Qué es una nación? Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983, p. 4-5.
(5) Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1993. Primera edición en inglés: 1983, p. 23.
(6) Ibidem, p. 23-25.
(7) José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Compañía Editora Espasa Calpe Argentina, Buenos Aires, 1997. P .159.
(8) Ibidem, p. 261.

martes, 25 de mayo de 2010

Introducción



La construcción de la Nación Argentina

1810-1820


Comienzo a escribir este blog el 25 de mayo de 2010, cuando se cumplen 200 años del inicio del camino hacia la construcción de la Nación y la identidad argentina.



Las recientes declaraciones del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio me llevan a reflexionar acerca de las distintas ideas sobre nuestra identidad. El Cardenal dijo en su homilía de 15 de abril:

"Le pido al Señor que ante esas internas mezquinas de miedo y desorientación nos sopapee con la luz de la grandeza. La grandeza de una Patria que hemos recibido hecha con trabajo, lucha, sangre, equivocaciones. ¡Pero la recibimos y no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación!".

Destaco la frase: “no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación”. Me preguntó: ¿por qué no tenemos derecho a cambiar, modificar o mejorar nuestra identidad?

Para responder a esta pregunta podemos recurrir a la Historia. En las últimas décadas del siglo XX se produjo un largo debate acerca de la formación de las naciones modernas. Este debate responde a las siguientes preguntas: ¿La Nación es un alma que preexiste o una construcción histórica? Y además: ¿las naciones modernas surgieron durante la ilustración o existían desde antes?

Existen dos teorías acerca de la creación de las naciones: Los primordialistas y los modernistas. Los primordialistas creen que la nación existía desde tiempos remotos como etnia o nación para luego conformar el estado-nación. Los modernistas entienden que la nación es una construcción histórica contingente.

En general, los historiadores actuales consideran que las naciones y las identidades nacionales corresponden a una construcción histórica determinada por la acción de los pueblos y por circunstancias externas contingentes que los condicionan.

Si aceptamos esta última posición, entonces la Nación Argentina y también nuestra identidad son producto de la acción histórica, que tiene como base la acción de los hombres de la Revolución de Mayo: Belgrano, Moreno, Castelli, Monteagudo, los congresales de Tucumán en 1816. Los creadores de los símbolos patrios, la bandera de Belgrano y el Himno Nacional de Vicente López y Planes. Y luego, las distintas generaciones que conformaron nuestra nacionalidad.

La Nación tiene como base estos orígenes, pero como toda creación humana, es perfectible y las nuevas generaciones tenemos el derecho y creo que también la obligación de modificar los significados de nuestra nacionalidad de acuerdo a los tiempos. Le respondo a Bergogilo: la Nación no es un regalo del Cielo. Es una construcción humana hecha con aciertos y errores. Por eso tenemos todo el derecho a modificar y mejorar nuestra identidad incorporando nuevos factores que el paso del tiempo nos hace presentes. Me refiero a las minorías postergadas, los pueblos originarios, los inmigrantes europeos de la primera inmigración, los nuevos inmigrantes de las repúblicas hermanas y las minorías sociales: discapacitados, homosexuales, raciales entre otros. Debemos recordar el pasado para no repetir trágicos errores, pero aferrarnos a él, impiden el desarrollo de nuestro ser nacional.