domingo, 30 de mayo de 2010

Introducción - parte segunda



La construcción de la Nación Argentina
1810 - 1820

Lo que aconteció el día 25 de mayo de 2010 en Buenos Aires me produjo una profunda impresión. Me refiero a los actos programados para conmemorar los 200 años de la Revolución de Mayo. Me conmovió la concurrencia masiva del pueblo a los festejos, la tranquilidad y alegría de los participantes, la afluencia de millones de personas, y millones no es una exageración. Ello me confirma que esa fecha es considerada por la mayoría de los argentinos como la del comienzo de su Nación y de su identidad nacional.

Pero ¿qué pasó a partir de ese 25 de mayo de 1810 en el virreinato del Río de la Plata? ¿Existía la Nación Argentina? ¿Había una nacionalidad preexistente o había una nacionalidad a construir?

De las respuestas que demos a estas preguntas se pueden sacar diferentes conclusiones acerca de las posibilidades de actuar sobre la realidad política nacional actual.

Entonces, para responder a estas preguntas recurriré en primer lugar a algunas definiciones teóricas acerca de qué es una Nación, que me indicarán el camino a seguir. En mi libro Nación, Identidad e Independencia (1), este tema está tratado en forma extensa. Inclusive el concepto de identidades étnicas y nacionalidades preexistentes. Acá intentaré hacer un resumen de lo escrito en ese libro.

Existen dos tendencias, los que consideran que el espíritu nacional ha existido siempre porque es un sentimiento natural de los grupos humanos, y quienes afirman que se trata de la consecuencia de una construcción, fruto de determinadas circunstancias históricas. Los primeros son los que denomina primordialistas, y los segundos modernistas.

En la actualidad, la mayoría de los historiadores entienden que la Nación es una construcción histórica contingente, que depende en parte de la acción humana y en parte es determinada por circunstancias ajenas a los protagonistas de esos hechos.

Sin embargo, a fines del siglo XIX, los dos historiadores que fueron los que relataron los hechos históricos de los primeros acontecimientos de nuestra nacionalidad, Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, tenían ideas que contrastaban, mientras Mitre entendía a la Nación como construcción y obra humana, López creía en una nación argentina preexistente.

Los historiadores de la primera mitad del siglo XX, también pensaron la Nación como preexistente a la Revolución de Mayo. Ricardo Levene lo expresa que la historia: “es el camino que conduce al descubrimiento del alma nacional con sus modalidades inconfundibles, y no un medio para crearla precisamente, como se ha dicho, pues que preexistía con sus manifestaciones palpitantes y no hemos hecho sino revelarla por la investigación no como un resto arqueológico sino como un hecho vivo, al amor del pueblo y sobre todo al espíritu de continuación y superación de las nuevas generaciones.” (2)
La historiografía de la segunda mitas del siglo XX cambia de enfoque. Anthony Smith escribió en 1991 que una generación moderna de estudiosos demostró la contingencia de las naciones en la historia y su relativa modernidad. Antes de la Revolución Francesa había expresiones fugaces del sentimiento nacional según la acepción moderna del término Nación, pero las naciones de ciudadanos a gran escala “no pueden nacer sino en la era de la industrialización y la democracia.” (3)
Yo me inclino por ésta última tesis y en este trabajo estudiaré cómo se construyeron las bases de la Nación Argentina en la primera década después de la Revolución de Mayo.

Pero ¿Qué es una Nación? Veremos a continuación algunas definiciones.

Ernest Renan, publicó en 1887 su ensayo pionero que intentó responder a esta pregunta Define la Nación de la siguiente forma:

Para nosotros una nación es un alma, un espíritu, una familia espiritual; resulta, en el pasado, de recuerdos, de sacrificios, de glorias, con frecuencia de duelos y de pesares comunes; en el presente, del deseo de continuar viviendo juntos. Lo que constituye una nación no es el hablar la misma lengua o el pertenecer al mismo grupo etnográfico; es haber hecho grandes cosas en el pasado y querer hacerlas en el porvenir. (4)

Benedict Anderson define Nación de la siguiente forma: es “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana.” (5) A continuación, explica el significado de las representaciones de su definición. El término imaginaria corresponde porque los habitantes de una nación no se conocen todos entre sí, “pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión.” En cuanto a limitada, implica que es finita, pues, si bien las fronteras pueden ser elásticas y variables, siempre debe coexistir con otras naciones de la misma especie. El término soberana nos indica que el concepto moderno de nación tuvo su origen en la época de la Ilustración y de la Revolución Francesa, cuando los reinos dinásticos de inspiración divina comenzaban su ocaso y era necesario definir una nueva soberanía. El concepto de comunidad implica un compañerismo profundo entre sus miembros a pesar de ciertas diferencias que los separan (6), en términos de la Revolución Francesa sería fraternidad.


En la historiografía argentina actual, la tesis de José Carlos Chiaramonte es la aceptada mayoritariamente. Entiende que, ente 1810 y 1820, no había un Estado rioplatense. Existían solamente gobiernos transitorios que se sucedían en virtud de una proyectada organización constitucional que se prolongaba en el tiempo y fracasaba al concretar su definición constitucional. Era una situación “de provisionalidad permanente, que une débilmente a los pueblos soberanos, y no siempre a todos ellos.” [7]

Agrega más adelante que: “La cuestión de la nacionalidad, inexistente en las dos primeras décadas de vida independiente, fue así instalada en el centro de las preocupaciones políticas por Echeverría, Alberdi, Gutiérrez y demás miembros de la generación romántica, incluidos sus entonces jóvenes seguidores, tales como, entre otros, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.” (8)
Las dos hipótesis, la de los historiadores de la primera mitad del siglo XX, que consideraban a la Nación como preexistente a la Revolución de Mayo y los de la segunda mitad, que entienden que la Nación no existió hasta que la concibieron los protagonistas románticos de la llamada “generación del 37”, se despreocupan del problema de la construcción de la Nación, unos porque ya existía y los otros porque se constituyó varias décadas después.

Pero volviendo al primer párrafo de este capítulo, el pueblo argentino actual, cuando festejó el bicentenario de la Revolución de Mayo, entendió que era el bicentenario del nacimiento de la patria, de esa patria que fue simbolizada en el desfile alegórico como una mujer vestida de celeste y blanco, volando hacia el futuro.
Entonces, en primer lugar, si aceptamos a la Nación como contingente, como una creación humana que salió a la luz el 25 de mayo de 1810, cuyos símbolos que la identifican fueron creados en la primera década luego de la revolución se nos plantea una cuestión: ¿Quién, cuándo y por qué se construyeron esos símbolos que hasta el día de hoy representan a la Nación Argentina?

En segundo lugar, —y creo que es el planteo más interesante de esta tesis—, si la Nación es una construcción histórica contingente y no un “alma nacional preexistente”, es posible para las generaciones actuales y futuras hacer modificaciones a esa identidad nacional adaptándola a las exigencias políticas y sociales del siglo XXI, sin traicionar esos ideales que salieron a la luz pública luego de la Revolución de Mayo de 1810.

En las próximas páginas intentaré desarrollar cómo y quienes construyeron esos símbolos que representan la identidad argentina hasta el día de hoy, teniendo en cuenta que se crearon en la primera década después de mayo de 1810.





(1) Pablo A. Chami, Nación, identidad e independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte, Editorial Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008.
(2) Ricardo Levene, Historia de la Nación Argentina (Desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862), Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947, Volumen VI, p. 22-23. (Las negritas son mías).
(3) Anthony D. Smith, La identidad nacional, Trama Editorial, Madrid, 1997, primera edición en inglés, 1991, p. 40.
(4) Ernest Renan, ¿Qué es una nación? Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983, p. 4-5.
(5) Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1993. Primera edición en inglés: 1983, p. 23.
(6) Ibidem, p. 23-25.
(7) José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Compañía Editora Espasa Calpe Argentina, Buenos Aires, 1997. P .159.
(8) Ibidem, p. 261.

martes, 25 de mayo de 2010

Introducción



La construcción de la Nación Argentina

1810-1820


Comienzo a escribir este blog el 25 de mayo de 2010, cuando se cumplen 200 años del inicio del camino hacia la construcción de la Nación y la identidad argentina.



Las recientes declaraciones del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio me llevan a reflexionar acerca de las distintas ideas sobre nuestra identidad. El Cardenal dijo en su homilía de 15 de abril:

"Le pido al Señor que ante esas internas mezquinas de miedo y desorientación nos sopapee con la luz de la grandeza. La grandeza de una Patria que hemos recibido hecha con trabajo, lucha, sangre, equivocaciones. ¡Pero la recibimos y no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación!".

Destaco la frase: “no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación”. Me preguntó: ¿por qué no tenemos derecho a cambiar, modificar o mejorar nuestra identidad?

Para responder a esta pregunta podemos recurrir a la Historia. En las últimas décadas del siglo XX se produjo un largo debate acerca de la formación de las naciones modernas. Este debate responde a las siguientes preguntas: ¿La Nación es un alma que preexiste o una construcción histórica? Y además: ¿las naciones modernas surgieron durante la ilustración o existían desde antes?

Existen dos teorías acerca de la creación de las naciones: Los primordialistas y los modernistas. Los primordialistas creen que la nación existía desde tiempos remotos como etnia o nación para luego conformar el estado-nación. Los modernistas entienden que la nación es una construcción histórica contingente.

En general, los historiadores actuales consideran que las naciones y las identidades nacionales corresponden a una construcción histórica determinada por la acción de los pueblos y por circunstancias externas contingentes que los condicionan.

Si aceptamos esta última posición, entonces la Nación Argentina y también nuestra identidad son producto de la acción histórica, que tiene como base la acción de los hombres de la Revolución de Mayo: Belgrano, Moreno, Castelli, Monteagudo, los congresales de Tucumán en 1816. Los creadores de los símbolos patrios, la bandera de Belgrano y el Himno Nacional de Vicente López y Planes. Y luego, las distintas generaciones que conformaron nuestra nacionalidad.

La Nación tiene como base estos orígenes, pero como toda creación humana, es perfectible y las nuevas generaciones tenemos el derecho y creo que también la obligación de modificar los significados de nuestra nacionalidad de acuerdo a los tiempos. Le respondo a Bergogilo: la Nación no es un regalo del Cielo. Es una construcción humana hecha con aciertos y errores. Por eso tenemos todo el derecho a modificar y mejorar nuestra identidad incorporando nuevos factores que el paso del tiempo nos hace presentes. Me refiero a las minorías postergadas, los pueblos originarios, los inmigrantes europeos de la primera inmigración, los nuevos inmigrantes de las repúblicas hermanas y las minorías sociales: discapacitados, homosexuales, raciales entre otros. Debemos recordar el pasado para no repetir trágicos errores, pero aferrarnos a él, impiden el desarrollo de nuestro ser nacional.