jueves, 11 de agosto de 2011

7 ¿Quién escribió el Plan? Parte 2




Las tropas del general portugués Diego de Sousa comienzan su marcha hacia Montevideo desde la fortaleza de Santa Teresa el día 3 de octubre de 1811 y llegan a Maldonado el 12 del mismo mes sin encontrar oposición de las fuerzas de Buenos Aires que se retiran a reforzar el sitio de Montevideo.[1]
Desde Maldonado envía un parte al Conde de Linhares en la que expresa conceptos luego tomados por Contucci para elaborar el Plan. Sousa había enviado a trescientos cuarenta hombres para atrapar al comandante Vargas pero éste pudo escapar. Dice en ese parte lo siguiente:

 Se malogró por la huida de Vargas, comandante de las partidas porteñas, hombre tan desnaturalizado, que en el arroyo Garzón llegó hasta hacer degollar a un español y apuñalear a otro, que había traído prisionero de Rocha, por habernos vendido algunas provisiones de boca.[2]

Contucci toma este incidente y lo expande a las intenciones de toda la Revolución y las pone en boca de Moreno en 2-9 lo siguiente:

…mandando inmediatamente a los pueblos del Uruguay y demás principales de la campaña, una fuerza de quinientos a seiscientos hombres con oficiales, sargentos, cabos y demás, para que sirviendo de apoyo se vayan organizando en los mismos pueblos algunos escuadrones de caballería y cuerpos de infantería, teniéndose presente el haberse atraído ya a nuestro partido honrándolos con los primeros cargos, a un Barde, negro, a un Baltasar Bargas, o a los hermanos y primos de Artigas, a un Benavídez, a un Vázquez, de San José, y a un Baltasar Ojeda, etc., sujetos que, por lo conocido de sus vicios, son capaces para todo, que es lo que conviene en las circunstancias, por los talentos y opiniones populares que han adquirido por sus hechos temerarios;

Sin comentarios.

Continúa el parte pidiéndole al ministro portugués que no haga ningún pacto con Elío en Montevideo y el Gobierno de Buenos Aires pues estaba al tanto de las tratativas de Sarratea en la corte de Río de Janeiro.
Por último, escribe el siguiente párrafo importante para este trabajo:

Presento a V. E. el parte N° 7° recibido en este instante del comandante del destacamento que dejé en Cerro Largo, el cual debería resultar más agradable a V. E. si en la lista de prisioneros no figurasen desertores portugueses que, engañados por las promesas de la “Proclama a los americanos brasileños”, de la cual remití a V. E. algunos ejemplares, fueron a alistarse con las tropas porteñas y es necesario castigarlos para que sirva de ejemplo.[3]

Esta confesión es prueba de la efectividad de la Falla y de los párrafos del Plan que hablan de promover la deserción de soldados brasileros e incorporarlos a las filas patriotas. Cosa que sucedió en la realidad, que Felipe Contucci conocía e introdujo en el Plan, pero que de ninguna forma Mariano Moreno podría saber pues ya había fallecido en su travesía hacia Inglaterra.
El 10 de octubre de 1811, Javier Elío, que había sido nombrado Virrey del Río de la Plata por el Consejo de Regencia, pero que ejercía su autoridad solamente en la ciudad amurallada de Montevideo, envía una carta al general Diego de Sousa pidiéndole que detenga la marcha de sus tropas pues había llegado José Julián Pérez desde Buenos Aires para establecer los términos de la mediación que había solicitado el Príncipe Regente de Brasil.
A esta mediación se refiere Contucci cuando escribe en el Plan en 4-3 lo siguiente:

[…], cuando la plaza no se hubiese rendido ya, y los portugueses nos apurasen, a que tratemos de un armisticio o composición; y últimamente el fin es que nuestros influjos, exposiciones y dinero proporcionen enredar al gobierno de Montevideo con el gabinete de Portugal, por medio de sus mismos alegatos, indisponiendo los ánimos de ambos con las tramas e intrigas, que éstas aquí no pueden figurarse, porque además que son susceptibles de variar con los acontecimientos que vayan sucediendo, sería excusado exponer algunas de ellas; pues el resultado es que a costa de proposiciones ventajosas y sacrificios del oro y la plata, no dudemos que guiadas las cosas por el embajador inglés, que es el resorte más esencial y principal que gobierna y dirige, por sus respetos, las operaciones del gabinete del Brasil, alcancemos cuanto queramos.

La opinión que tenían la princesa Carlota, su secretario Presas y Contucci acerca de los ingleses podemos verla en los dos párrafos que siguen:

[…] cuando están dando la ley desde sus fortalezas marítimas a todos los que encuentran en su tránsito, o en los puntos donde tienen enarbolado su pabellón, que de ordinario deja de ser amenazador para convertirse en fulminante.[4]

Además, en este párrafo del Plan, encontramos un concepto que denota el pensamiento de José Presas, que era el secretario de la Princesa Carlota. Escribe lo siguiente: 

Señora, yo hasta ahora siempre he procurado hacer su real voluntad; pero en este caso lo veo como imposible, porque V. A. R. ni yo tenemos medios ni facultades para contrarrestar las soberanas disposiciones del príncipe, ni menos el poder de la Inglaterra, al cual, como ve V. A. R., está sujeto a su mismo esposo; y los Portugueses todos, tanto en la península como en todos los dominios de ultramar, gimen bajo el yugo del despotismo inglés.[5]

Vemos en estos párrafos cómo esta opinión se vierte en el Plan.
El 7 de octubre de 1811 se celebra un armisticio entre el Virrey Elío y la Junta de Buenos Aires. Rondeau deja el sitio de Montevideo y Diego de Souza detiene la marcha de su ejército en la ciudad oriental de Maldonado.

En el archivo de Política Lusitana, se encuentran cartas provenientes de la Corte portuguesa en Río de Janeiro que expresan noticias de Montevideo y de la Banda Oriental. Estas noticias que llegaban a la Corte portuguesa tienen  alguna relación con el Plan.
En una carta de José Ferrira d´Abreu, delegado de Diego de Sousa en Buenos Aires, escribe a José Nunes, músico real de la Corte en Río de Janeiro, acerca de la situación en la Banda Oriental. Esta noticia circuló en la Corte:

Montevideo por ahora se encuentra sosegado […] Aquí estamos esperando que ellos se rebelen y nos maten a todos.  F. Artigas anda con 2.000 hombres matando y robando todo lo que encuentran por la otra banda; no quiere obedecer ni a este gobierno ni al de Montevideo. El citado Artigas dijo a su gente que a todos los portugueses que apresaran los mataran.[6]

Se refiere a Manuel Francisco Artigas, Hermano de José Gervasio. Esta carta me remite a algunos párrafos del Plan en 2-9:

[…] los hermanos y primos de Artigas, […] sujetos que, por lo conocido de sus vicios, son capaces para todo, que es lo que conviene en las circunstancias, por los talentos y opiniones populares que han adquirido por sus hechos temerarios;

En una carta del español Ramón de Galarraga, fechada en Buenos Aires el 15 de octubre de 1811 y en poder del archivo portugués, dice:

Todos los españoles en ésta nos vemos con muchos y muy grandes trabajos, porque los hijos de la Patria no nos pueden ver, y ha llegado al extremo de decirnos que nos han de degollar; pues nos han desterrado en 2 ocasiones, y nos han vuelto dejar motivado que veían que quedaba despoblada la ciudad; pero con todo han desterrado, y han matado una porción;[7]

En esta carta vemos que el tema del degüello circulaba entre los españoles europeos como una posible amenaza y no como una realidad. Que estas noticias llegaban a la corte de Río de Janeiro y que posiblemente fueron tomadas por Contucci para escribir todas las alusiones a degüello que pone en boca de Moreno. Escribe en el la Introducción del Plan:

[…] y así no debe escandalizar el sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a toda costa, aun cuando tengan semejanza con las costumbres de los antropófagos y caribes.

La corte de Río de Janeiro seguía recibiendo informes de la situación de la campaña de la Banda Oriental, de Montevideo y de Buenos Aires. El 9 de enero de 1812, llegaba correspondencia procedente del Río de la Plata en el bergantín Guadalupe. Había una carta fechada en Maldonado el 20 de noviembre de 1811 en el que el autor consignaba que las tropas portuguesas se encontraban detenidas en esa ciudad desde hacía dos meses y que Elío se había retirado a España luego de acordar un cese del fuego con los sitiadores.[8]

El 1 de diciembre de 1811 una carta de Francisco Bernardes da Silva expresa el mal estado de las tropas portuguesas:

En el campamento la tropa ha pasado por privaciones, falta de sueldos, muchos han muerto y la mayor parte ha desertado.[9]

Esto tiene correlación con lo escrito en 4-3 del Plan:

[…] que tratemos de un armisticio o composición; y últimamente el fin es que nuestros influjos, exposiciones y dinero proporcionen enredar al gobierno de Montevideo con el gabinete de Portugal, por medio de sus mismos alegatos, indisponiendo los ánimos de ambos con las tramas e intrigas, que éstas aquí no pueden figurarse, porque además que son susceptibles de variar con los acontecimientos que vayan sucediendo, sería excusado exponer algunas de ellas; pues el resultado es que a costa de proposiciones ventajosas y sacrificios del oro y la plata, no dudemos que guiadas las cosas por el embajador inglés, que es el resorte más esencial y principal que gobierna y dirige, por sus respetos, las operaciones del gabinete del Brasil, alcancemos cuanto queramos.
Vemos la mención del armisticio y ahora las deserciones.

Artigas seguía hostigando a los portugueses en la campaña de la Banda Oriental a pesar de la tregua. El virrey Elío había sido reemplazado por Gaspar de Vigodet como gobernador. El embajador español en Río de Janeiro, Marqués de Casa Irujo protestó ante el Conde de las Galveas, que era ministro de guerra, instando a los ejércitos portugueses a defender Montevideo. Galveas, el 8 de febrero, solicitó al embajador inglés, Lord Strangford, autorización para auxiliar a Montevideo.[10]  En una carta de Lord Castlereagh, Ministro de Relaciones Exteriores Británico, fechada el 14 de abril de 1812, entiende que no es conveniente que el Príncipe Regente de Portugal oficie de mediador entre Montevideo y Buenos Aires.[11] Mientras tanto siguen los enfrentamientos entre porteños y orientales con las tropas portuguesas. El Gobierno Británico envió a Juan Rademaker como mediador al Río de la Plata a negociar un armisticio entre este gobierno y el de Montevideo. El 10 de junio de 1812, el enviado británico remite un informe a Lord Strangford dando cuenta de su misión. Se llegó a un armisticio en el que se acordaba que las tropas portuguesas se retirarían a sus fronteras. Pero en esa nota se encuentra una consideración importante del mediador acerca de los propósitos del Gobierno de Buenos Aires. Trascribe las impresiones acerca de lo vivido en una representación teatral de la obra Alcira en un teatro de la Capital:

Este pueblo se ha propuesto establecer una república democrática, y parece que quiere perder su vida y sus bienes, que desistir de esta empresa. Conviene que Su Alteza Real sea desengañado y que no suponga que aquello que aquí se ha hecho no es más que una efervescencia pasajera.[12]

En la Introducción del Plan aparece una frase parecida:

En cuya atención y consecuencia, la sensibilidad y una extremada energía son los elementos más grandes de la naturaleza y los más propios para realizar una grande obra, porque entonces los ánimos generosos se desenvuelven en medio de las más horrorosas tempestades, aumentando sus fuerzas a proporción de los peligros que los amenazan, y consiguientemente unos hombres de este corazón son capaces de las acciones más heroicas, y aun de conducir con su política las tramas más largas y formales, donde se cifre la vida de un hombre y el destino de un estado.

Vigodet envía a José Primo de Rivera como emisario ante la Corte de Río de Janeiro con el fin de que esta nación no evacúe las tropas portuguesas de la Banda Oriental del Río de la Plata. Es en este momento que aparece la idea de que Buenos Aires tiene como intención la invasión del sur de Brasil. En efecto, el enviado de Vigodet, en nota a Lord Strangford, el 13 de julio de 1812 escribe lo siguiente:

El que tal crea no conoce los espíritus revoltosos de los de Buenos Aires; no saben que burlándose de todas las garantías del mundo, y reforzando con armas y millares de hombres que sacarían de Montevideo y su provincia, llevarían su ambición al Brasil.[13]

Existe en el Plan un texto muy parecido en 4-5:

Últimamente, cuando hay poca esperanza de éxito de un negocio es máxima de los más grandes talentos arrojarse a una deliberación la más arriesgada; y en esta inteligencia debemos proponer a la Inglaterra que, para que mantenga su neutralidad y la corte del Brasil abandone la causa de Montevideo, la persuada con pretextos que se hacen a su autoridad y respetos, por algún gobierno de Montevideo

Y en otro párrafo del Plan, en 7-4:

En esta virtud, cuando las estrechas relaciones de una firme alianza con la Inglaterra nos proporcionen la satisfacción de nuestros deseos con aquel gabinete, nuestros ministros diplomáticos deben entablar los principios de enemistades e indisposiciones entre Portugal y la Inglaterra; y tomando los asuntos aquel aspecto que nos sea satisfactorio, debemos entrar a las proposiciones de los rompimientos con Portugal, con relación a conquistar la América del Brasil, o la parte de ella que más nos convenga,

Es decir que vemos que la idea de la invasión al Brasil parte de Montevideo cuando las tropas portuguesas se disponen a evacuar la Banda Oriental. En su desesperación, Vigodet insinúa que buenos Aires tiene en sus planes invadir Brasil.

El armisticio propuesto por Rademaker no es aceptado por Montevideo y se propone una nueva mediación.
El 22 de julio de 1812, El enviado de Montevideo ante la Corte de Río de Janeiro, José Primo de Rivera, escribe al Príncipe Regente una nota que revela la preocupación de Gaspar de Vigodet con respecto al armisticio y el retiro de las tropas portuguesas. Comienza diciendo que de retirarse las tropas portuguesas, se producirá la invasión de la campaña y la pérdida de Montevideo. Pide que se anule el armisticio.
Se encuentran en esta misiva, párrafos interesantes que remiten al Plan. Trascribiré algunos:

Aunque parece aventurado contar la historia de lo futuro, me atrevo a decir cuál será la suerte de América Meridional, si V. A. Real cae en el lazo de ratificar el convenio entablado; […] Mientras estuve comisionado en Buenos Aires tuve ocasión de conocer muy a fondo los dobleces de los corazones de los facciosos impregnados de máximas democráticas, y del maquiavelismo más refinado.
Explica que si se retiran las tropas de Portugal, quedarán liberadas fuerzas de Buenos Aires para atacar el Perú, que considera “manantial de riquezas”. De otra forma, los insurgentes no podrán contar con recursos para continuar la guerra. Es decir que revela que el interés del Gobierno de Buenos Aires estaba centrado el problema del Alto Perú y no tanto en la Banda Oriental. Continúa diciendo:
Entre tanto sin esperar la decisión de este suceso, el célebre bandolero Artigas, digno de este nombre por su execrable infidencia y barbarie, pasará a la Banda Oriental del Río de la Plata con su gavilla de dos mil y quinientos gauchos, que son despreciables para doscientos hombres de caballería regular;

Poco más adelante encara el tema de la invasión a Brasil:

Este será el momento, Señor, en que burlándose de todas las garantías del mundo, invadirán los estados de V. A. Real. Estos proyectos gigantescos los dan a conocer por sus mismas gacetas en donde improperan sacrílegamente a la augusta persona de V. A. Real.[14]

Vemos párrafos similares insertos en el Plan:

1. Sobre el armisticio en 4-3.

[…] cuando la plaza no se hubiese rendido ya, y los portugueses nos apurasen, a que tratemos de un armisticio o composición;

2. Sobre la campaña de la Banda Oriental en 2-11:

Ya alarmados los pueblos y unidas las fuerzas en masa, mandando de aquí los jefes y una mitad de oficiales, a lo menos, de los más instruidos, que se hallan agregados en los tercios de esta Capital, uniformándolos y pagándoles sus sueldos corrientes, se podrá comenzar a invadir y adelantar terreno hacia la plaza de Montevideo, para ir alarmando, y protegiendo el sistema de aquellos pueblos inmediatos que están bajo la garantía de aquélla, proveyéndoles al mismo tiempo de trenes, tiendas de campaña y demás necesario.

3. Las referencia a la invasión, subversión y conquista de Brasil ocupan numerosas páginas del Plan. Rescato una de ellas 8-14:

[…] la alianza de Inglaterra, la que condescendiendo a nuestros planes, convenga en la conquista de la provincia del Brasil, entonces nos podremos extender más, mediante a que, operando a un tiempo por diversos parajes, emprenderemos la de Santa Catalina, Bahía de todos los Santos y demás, y más principales e interesantes puertos.

Es evidente que muchas partes del Plan fueron inspiradas por estas ideas que llegaban desde Montevideo y de la campaña Oriental a la Corte de Río de Janeiro.
El gobierno inglés solicitó a través de su embajador, Lord Strangford que las tropas portuguesas evacúen la Banda Oriental.[15] Esto hizo concebir a Contucci que existía alguna forma de entendimiento entre la corte Británica y el Gobierno de Buenos Aires. En el Plan también se pueden apreciar estas ideas que el escriba coloca en las palabras de Moreno en 4-5:

Últimamente, cuando hay poca esperanza de éxito de un negocio es máxima de los más grandes talentos arrojarse a una deliberación la más arriesgada; y en esta inteligencia debemos proponer a la Inglaterra que, para que mantenga su neutralidad y la corte del Brasil abandone la causa de Montevideo,

El negociador Rademaker, sin un motivo aparente, abandonó Buenos Aires y con ello la negociación del armisticio. Se encaminó a Londres sin recalar en Río de Janeiro para informar a Lord Strangford.[16]



[1] Ibidem. Tomo II, p. 354.
[2] Idem, Ibidem.
[3] Ibidem, Tomo II, p. 355.
[4] José Presas, op, cit., p. 43.
[5] Ibidem. 177 y 178.
[6] Política Lusitana…, op cit., Tomo II, p. 451.
[7] Ibidem, Tomo II, p. 452.
[8] Ibidem, Tomo III, p. 4.
[9] Ibidem, Tomo III, p. 5.
[10] Ibidem, Tomo III, p. 13 – 15.
[11] Ibidem, Tomo III, p. 26 y 27.
[12] Ibidem, Tomo III, p. 56 – 57.
[13] Ibidem, Tomo III, p. 58.
[14] Ibidem, tomo III, p. 73-76.
[15] Ibidem, Tomo III, p. 77.
[16] Ibidem, tomo III, p. 88.

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