miércoles, 26 de enero de 2011

Córdoba, represión y fusilamientos


La Junta de Gobierno reconoció que el principal desafío que tenía para su subsistencia era el levantamiento de la provincia de Córdoba. Montevideo no presentaba un peligro inmediato porque era imposible una invasión a Buenos Aires desde la Banda Oriental. Los de Montevideo no tenían fuerzas para intentar un desembarco en Buenos Aires. Sabían de la experiencia militar porteña que había sido victoriosa en las dos invasiones intentadas por los ingleses. Podían iniciar un bloqueo naval porque estaban destacados en ese puerto parte de la flota española. Pero la Junta sabía que una poderosa flota inglesa custodiaba las costas de América del Sur y protegía a sus barcos mercantes que comerciaban con Buenos Aires. El bloqueo no era posible, aunque meses más tarde lo intentaron.

Pero con Córdoba era distinto, Residía allí el ex virrey Santiago de Liniers, que había sido el héroe durante las invasiones inglesas, hombre de gran predicamento, noble, cuya familia había emigrado la América Española luego de la persecución que había sufrido de parte de la República Francesa. Además, desde el Perú era sencillo bajar un ejército hasta Córdoba y poner en jaque a Buenos Aires. Recordemos que Abascal, Virrey del Perú, había anexado de hecho a las provincias del Alto Perú, y cortado la provisión de plata y metales preciosos a Buenos Aires.

Entonces, la principal preocupación de los miembros de la Junta eran las provincias del Norte. Pero para llegar a ellas era necesario aplastar la rebelión de Córdoba.

La Junta había previsto que sería necesario imponer la revolución a las provincias interiores y apoyarlas mediante emisarios o por medio de la fuerza. Por eso en la misma acta de su constitución, el 25 de mayo, ordenó formar “una expedición de 500 hombres para auxiliar las provincias interiores del Reyno, la cual haya que marchar a la mayor brevedad.”(1) El 27 de mayo aclara en una circular que esa expedición militar tendrá por objeto “hacer observar el orden, si se teme que sin él no se harían libre y honradamente las elecciones de Vocales Diputados.” (2)

El 27 de junio, la Junta de Buenos Aires emitió una circular a todos los cabildos, y en especial al Gobernador de Córdoba manifestando que estaba en conocimiento que “el gobernador de Córdoba complotado con D. Santiago de Liniers y el Obispo de ella expide circulares a todos los Gobiernos y Cabildos, provocando una división entre esta Capital y los demás pueblos…” Indicaba que la Junta contaba con fuerzas para poder sofocar la revuelta. Este oficio fue enviado con el fin de que las autoridades de Córdoba reconocieran a la Junta de Buenos Aires y depusieran su actitud beligerante.(3)

El Cabildo de Córdoba contestó que no era necesario el envío desde Buenos Aires de la expedición militar pues “su venida como no es necesaria producirá el desorden y conmoción popular en gravísimo perjuicio del público sosiego,…” (4) La suerte de los rebeldes de Córdoba estaba echada. El ejército, al mando del coronel Francisco Ocampo se encaminaba a paso rápido hacia la provincia y tenía orden de solicitar al Gobernador que permitiera la realización de la elección del diputado que debía representar a la provincia en el congreso a realizarse en Bueno Aires. Además, la Junta designó a Diego Pueyrredón para tomar prisioneros y remitir a Buenos Aires a los revoltosos.

Pero pocos días después, la Junta expidió la terrible orden de fusilamiento. Transcribo el texto completo por su valor histórico.

La Junta manda que sean arcabuceados don Santiago Liniers, don Juan Gutiérrez de la Concha, el obispo de Córdoba, don Victorino Rodríguez, el coronel Allende y el oficial real don Joaquín Moreno. En el momento en que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cuales fueran las circunstancias, se ejecutará esta resolución, sin dar lugar a minutos que proporcionaren ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta orden y el honor de vuestra excelencia. Este escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo sistema y una lección para los jefes del Perú, que se avanzan en mil excesos por la esperanza de la impunidad y es al mismo tiempo la prueba de la utilidad y energía con que llena esa expedición los importantes objetos a que se destina.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.
Buenos Aires, 28 de julio de 1810.
Cornelio Saavedra, Doctor Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Manuel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea, Juan José Paso– Secretario. Mariano Moreno –Secretario (5)

Cuando el ejército estaba próximo a Córdoba, los cabecillas, al ver que no podían resistir, intentaron escapar. Finalmente fueron apresados y recluidos en un paraje llamado Posta del Pozo del Tigre. El deán Funes convenció al comandante Ortiz Ocampo para que aplazara la sentencia de muerte. La junta manda entonces a Castelli y a Rodríguez Peña con órdenes terminantes de ejecutar la sentencia en forma inmediata. El 26 de agosto fueron ejecutados los prisioneros con excepción del obispo Orellana.

El Cabildo de Córdoba designó como diputado al deán Funes.

Pocos días después de las ejecuciones, la Junta emitió otro comunicado en el cual intentaba justificar este proceder al recordar lo acontecido durante las rebeliones del año 1809 en Quito, La Paz y Charcas. Los miembros de esas juntas, en especial los criollos, fueron reprimidas por el Virrey del Perú y condenados a crueles sentencias de muerte.(6)

De esta forma, a fines de agosto de 1810 quedaba abierto el camino para que los ejércitos de Buenos Aires se encaminaran al Alto Perú.


(1) La Revolución de Mayo a través…, op. Cit. Tomo I, p. 352.
(2) Ibidem, Tomo I, p. 365.
(3) Gaceta de Buenos Aires, Tomo I, p. 180 y 181.
(4) Biblioteca de Mayo, Tomo XVIII, p. 16371.
(5) Ibidem, Tomo XVIII, p. 16260.
(6) Ibidem, Tomo XVIII, p. 16261

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